Siempre tendremos una puerta que nos permita escapar. Esa que se abre tan pronto cerramos los ojos y sentimos como se nos queman las pupilas en la angustia; esa que sentimos cuando sopla el viento frío de la soledad y no nos queda más remedio que dejarnos recorrer por el escalofrío mustio. En esas puertas tendremos la oportunidad de practicar estas breves técnicas de fuga; sigan las palabras y vislumbren uno a uno los pasos que nos guían.