La institución necesita ortodoxia y disciplina, pero ello puede debilitar la inspiración e imaginación de los profetas. El crecimiento lleva a los grandes números, y los grandes números requieren organización. La organización se instala en la institución, la cual necesita funcionarios, y éstos engendran la burocracia, que, a su vez, ahoga la profecía. Y sin profetas no hay vida. De nosotros depende reconciliar la alegría de los grandes números con la energía de la «pequeña grey» de Jesús y sus apóstoles. Ése es nuestro reto.
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