Después de haber esclavizado a los pueblos africanos, de haberlos desvitalizado saqueándolos y de haber nombrado potentados permanentes que perpetúan un neocolonialismo desvergonzado, la Fortaleza Europa, sobre todo bajo la presión de las élites populistas de derecha e izquierda, se atrinchera impidiendo a estos "restos humanos" acceder al supermercado o a lo que queda de él. La solución es siempre la misma: Reforzar el sistema de rastreo y, al mismo tiempo, anunciar a bombo y platillo la indulgencia de Occidente, responsable en parte de la desgracia de sus exhaustos "sureños". La política occidental es siempre la gran divisoria: se empieza por los derechos humanos y se acaba con el mercado de esclavos. Algunos pueden disfrazarlo de retórica humanista o revolucionaria, pero el imperialismo sigue siendo imperialismo. Los hipócritas dirán que la esclavitud no es nada nuevo y que es asunto de los africanos, negando la responsabilidad del neocolonialismo. Empujados por la pobreza, cientos de miles de africanos arriesgan su vida para cruzar el Mediterráneo.
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