Las niñas y adolescentes en riesgo de calle se desarrollan en entornos que favorecen la ocurrencia de daños físicos y socioemocionales y que dificultan vivir con un mínimo aceptable de bienestar y seguridad. En consecuencia, terminan eventualmente por abandonar su núcleo familiar, convirtiéndose, de esta manera, en una menor o adolescente sin hogar, e incrementando así la problemática. Por tanto, el cuidado de la infancia y de la adolescencia debe favorecer el óptimo desarrollo de las menores en todos sus aspectos, tanto físicos, psicológicos como sociales ya que representan el futuro de la sociedad, porque en este periodo se establecen los cimientos de la salud en la adultez, y dado que hay evidencias cada vez más abrumadoras de que la intervención precoz en los primeros años conduce a un crecimiento exponencial del nivel de salud en etapas posteriores, lo que además de proporcionar un bienestar incalculable, es una inversión en salud física y mental.