Las mujeres musulmanas son ahora parte integrante de la comunidad europea, a menudo situadas en el centro de los debates políticos, religiosos y de género debido a su visibilidad religiosa. El pañuelo islámico se ha convertido en un símbolo antioccidental y antifeminista. El tema de "las mujeres y el islam" sigue interpretándose habitualmente en Europa Occidental de forma reduccionista, prejuiciosa y fetichista, y las mujeres musulmanas son vistas como pasivas, sumisas, inactivas, muy dependientes debido a su vestimenta, a la poligamia y al derecho de sucesión, entre otras cuestiones que Occidente prejuzga fácilmente. Las mujeres musulmanas acaban siendo poco observadas, convirtiéndose en seres humanos "invisibles". Cuando se las observa, se las percibe como personas sin utilidad ni valor para la sociedad, en contraste con las imágenes de las mujeres occidentales, que son vistas como educadas, empoderadas y liberales. Todo ello está fuertemente ligado a la dicotomía "nosotros" frente a "ellos", que establece roles predefinidos y refuerza las imágenes estereotipadas de las mujeres musulmanas, lo que también se traduce en la apropiación de su poder de decisión.
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