La primera vez que estaba nerviosa por un concierto. Era diciembre, había un gélido frío que calaba los huesos. La densa neblina atontaba el caminar. La nieve caía en cámara lenta, como si el momento nunca fuese a terminar. El ruido usual de una gran ciudad se escuchaba como eco en un vacío. Pero las intensas luces del espíritu navideño le daban vida a la deprimente atmósfera.
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