No suele ser Rolando Jorge un poeta hacedor de imágenes, la fragmentación en su escritura actúa desde/hacia una intelección auditiva; esto es, el operar poético pasa por una lógica del escuchar. Hacedor de ruidos, coleccionista de disonancias, en Obstrucciones Jorge recuerda que también (y sobre todo) de menudos y fragmentados claroscuros se hacen poemas. Sí, algo de lóbrega tiene esta poesía, de esa serena oscuridad que adviene cuando el poeta encerrado en su casa (Poema, Libro, Soledad, Dios) le cierra "la puerta a la gentuza, a los malos espíritus, a las cosas bastardas y a las contaminaciones", como reclamaría el misántropo Guido Ceronetti.