Cuando asumió el cargo en 2003, el presidente Lula trató de estrechar los lazos diplomáticos con los países de Oriente Medio, una región que, en retrospectiva, siempre había sido tratada como una prioridad baja para la diplomacia brasileña, a pesar de ser una zona de suma importancia para la estabilidad internacional. El gobierno Lula (2003-2010) estrechó los lazos con el mundo árabe-islámico de una forma sin precedentes en la historia diplomática brasileña, proyectando la imagen de una nación en busca de nuevos socios políticos, con el objetivo de cambiar el equilibrio de poder en el escenario internacional posterior a la Guerra Fría.
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