A los atletas que han dado cuerpo, alma y mente para ser los mejores en su campo: Es un honor para nosotros cuidar su espíritu durante los próximos 30 días. "Todos los buenos deportistas entrenan duro. Lo hacen por una medalla de oro que se empaña y se desvanece. Buscas uno que sea oro para siempre". 1 Corintios 9:25, NVI Me encanta la palabra convergencia. En su definición más simple, es cuando todo se junta. Es cuando se unen el entrenamiento intenso, la dieta, la educación, la tutoría y el tiempo. El objetivo es claro; el objetivo es simple. Es lo que todo atleta espera y reza. ¡Que su momento convergente resulte en el premio! El desafío, sin embargo, para el atleta cristiano va mucho más allá del premio. Su reconocimiento final no es cuando escuchan el himno nacional sino cuando escuchan la voz del Padre que dice: "Bien, buen siervo y fiel" (Mateo 25:21, NVI). Entienden la realidad de su carrera, evento, partido o juego actual y, al mismo tiempo, nunca pierden de vista la carrera en general. La raza mayor no converge alrededor de cinco círculos sino de una corona de espinas. Es una carrera que comenzó el día en que nacimos. La victoria quedó determinada el día en que Jesús murió y resucitó. La línea de meta se cruza en el cielo cuando vemos a Jesús cara a cara.
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