¿Siguen viviendo las personas después de la muerte? En caso afirmativo, ¿mantienen contacto con el mundo de los vivos? No es fácil dar respuesta a estas preguntas, aunque quizá muchos ofrezcan una respuesta clara y rápida. En todo caso, esa posible relación entre los muertos y los vivos es algo que ha atraído desde siempre a la humanidad, y son muy numerosos y variados los relatos dedicados a tratar este tema. Para algunos, el mundo está plagado de espíritus y fantasmas, seres de otro mundo que irrumpen y se ponen en contacto con personas especialmente dotadas para percibir su influencia. De uno de esos contactos trata esta novela de Henry James, quien logra aquí una de las joyas de la literatura fantástica o de fantasmas. La novedad aportada consiste en que son dos niños quienes protagonizan esa relación, acompañados por una institutriz que intenta protegerlos de la influencia de los espíritus de los muertos. Y como siempre ocurre con las obras de este género, su lectura nos atrae, sin dejar de producirnos en diversos momentos un profundo desasosiego e incluso miedo. Henry James (1843-1916), junto con su hermano William, recibió una esmerada educación europea. Estudió Derecho en la Universidad de Harvard, pero abandonó la carrera para dedicarse por completo a la literatura. En 1882, tras la muerte de sus padres, fijó su residencia en Londres. Cultivó la novela, el ensayo, el teatro y los relatos. Entre sus novelas destacan Los europeos, Retrato de una dama, Las alas de la paloma, Los embajadores o La copa dorada.
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