Y cuando era tan solo una lágrima en la más inasible de las constelaciones, el Destino, iracundo y perplejo, así preguntole:¿ ¿Cómo pudo tu alma emerger de los páramos? ¿Quién eres, que aún sueñas y con tu luz desafías así mis predicciones? ¿Acaso Dios?El hombre, instaló aún más hondo su única lágrima y con cada verso escrito desgarrose el alma. Al comienzo era el más tenue. Después, el más esperanzado. Siguiole el más filoso. Así, hasta sumar cientos, miles de versos que asustaron al Destino, quien nunca pudo comprender el alma de los hombres ni por qué siguió creciendo su poder: ese recinto sagrado que aún cifran las constelaciones.
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