El teléfono móvil se ha convertido en parte integrante de nuestra vida. Un niño pequeño juega más con un móvil que con un juguete. Se dice en broma: puedes pasar algún tiempo sin tu cónyuge, pero no sin el móvil. Antes, cuando sólo existía el teléfono móvil convencional, su utilidad se limitaba a la comunicación verbal. Quizá recuerde la famosa campaña de Vodafone: "Dondequiera que vayas, te seguimos". Pero con la llegada de los teléfonos inteligentes el escenario ha cambiado por completo: a) es prácticamente un miniordenador para ejecutivos y profesionales; b) es una cámara de fotos o una cámara de mano para los viajeros; c) es un GPS para los taxistas; d) es una radio para los amantes de la música; e) es un sistema de información meteorológica y de otro tipo para los jubilados; f) es un cine móvil para los amantes del cine, etc. Así pues, el tiempo medio de uso del teléfono móvil se ha multiplicado en los últimos años, sobre todo entre la comunidad estudiantil. Se ha convertido más en una adicción que en un instrumento útil. Este uso excesivo ha traído muchos efectos adversos en la vida humana que están afectando tanto a su equilibrio mental y físico como a su crecimiento natural. En el futuro, el móvil puede convertirse en una maldición más que en una bendición.
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