La democracia mozambiqueña debe ser reinventada, de acuerdo con los sistemas tradicionales de poder, como una forma de acercarla cada vez más al pueblo, el verdadero destinatario de la misma. Los políticos deben estar preparados para criticar y comentar a los demás, sin que tengamos que caer en la trampa de la codicia y el individualismo. Y siempre que evitemos la continuidad del milles perpetuus y la firma de tratados de armisticio, como es el caso del último memorando de entendimiento. Si formamos verdaderos partidos políticos y grupos no asociados o armados, combatimos seriamente la politización y la elitización de la política y educamos a la sociedad en la cultura de la paz, entonces tendremos la deseada paz efectiva en Mozambique. Es urgente pensar en un verdadero diálogo, dando prioridades en el ámbito ético, político, económico y social. La Asamblea de la República debe ser la casa del pueblo, donde los parlamentarios se despojan de los colores de su partido y asumen el deber de servir lealmente al pueblo. La reflexión y el debate sobre los temas cruciales del pueblo no pueden dejarse en manos de los políticos sólo por profesión, sino que todos debemos participar como un medio para controlar lo que es del pueblo.
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