El grado en que los movimientos o liderazgos antisistema se materializan y obtienen apoyo significativo depende, seguramente, de la amplitud conque la conducta democrática, incluyendo los recambios electorales, se institucionalicen. Sin embargo, por añadidura existe la posibilidad que, con el paso del tiempo, lleguen a agotarse las alternativas dentro del sistema democrático. ¿Cuántas veces la ciudadanía desea reemplazar a un partido o una coalición por otros, con la esperanza de que algunos de ellos resuelvan los problemas a los que se enfrentan en el país? ¿Cuán a menudo los votantes querrán elegir líderes carismáticos y populistas venidos desde afuera de la política creyendo que podría hacer milagros sociales y económicos? En determinados momentos la ciudadanía puede sentirse decepcionada de las promesas incumplidas de la democracia. El desencanto de los ciudadanos con la democracia transita sobre la crisis de representación, y el declive del desempeño democrático de dicha representación se sustenta en una historia de ideales y promesas traicionadas. En consecuencia, se abren los espacios para nuevas formas de representación política no necesariamente democráticas.