El propio Juan Ramón Jiménez escribió: Suele creerse que yo escribí Platero y yo para los niños, que es un libro para niños. No. En 1913, La Lectura, que sabía que yo estaba con ese libro, me pidió que adelantase un conjunto de sus páginas más idílicas para su Biblioteca Juventud. Entonces, alterando la idea momentáneamente, escribí este prólogo: Advertencia a los Hombres que lean este libro para niños Este breve libro, en donde la alegría y la pena son gemelas, cual las orejas de Platero, está escrito para... ¡Qué sé yo para quién!..., para quien escribimos los poetas líricos... Ahora que va a los niños, no le quito ni le pongo una coma. ¡Qué bien! El declive de Platero y su persistencia en el abismo de las estampas que componen este libro nos hacen seguir, como lectores atentos, una secuencia de desgracias, relatadas desde la perspectiva de un niño. Platero y yo muestra una sensibilidad finísima exponiendo las desventuras de un animal con un tono intensamente conmovedor. Platero y yo es una parábola de la empatía entre un niño y un desventurado animal doméstico. Platero, el burro del pueblo, es la pena misma.
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