Platón inaugura una nueva poesía, con un sentido de dramatismo distinto al de los trágicos. En este caso es el dramatismo del pensamiento, pero no del divino, pues es imposible de captar por el humano pensar, y sin embargo tampoco es sobre este pensar, pues es incapaz de todo trascender, sino de un pensar demoníaco que permite la comunicación de ambos dominios. El diálogo, como poesía filosófica, es la mediación del pensamiento, y como tal, transitorio y eventual. Transitorio, porque como cuerpo discursivo, sólo permite que el alma lo vea como una mera imagen que imita bien a la belleza. Y eventual, porque no se da sino como don bajo el modo de la inspiración. Por eso el diálogo no puede ser más que eventual, pues en tanto celebración del pensamiento, no puede contener, como cuerpo, los efluvios divinos sino como representación (mimesis).