Un día, una desprevenida hoja de papel se dio cuenta que la tinta comenzaba a marcarla... y desde entonces, no fue la misma. Un día, la tinta se dio cuenta que una mano la utilizaba como cómplice... y desde entonces, cambió su esencia. Un día, una mano encontró la necesidad de plasmar los pensamientos y palabras que un corazón gritaba en silencio... y desde entonces, esa mano se volvió inquieta; y aliada al papel y a la tinta fueron desde ese momento los amigos inseparables de un corazón que desbocaba en ellos cada grito, cada suspiro, cada lágrima, cada beso, cada caricia que solo ellos podrían entender y guardar sigilosamente, como los mas fieles confidentes. Lleno renglones para silenciar mis labios y abrir el alma. Marta Milena López Castaño
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