A Sonia no la dejaron morir; la mataron. Se sumaron: la deficiente y burocrática formación y práctica profesional de médicos y personal de salud en Perú; un precario y corrupto sistema hospitalario público funcional al modelo USA de democracia; y, al final, la Pandemia ¿descarriladä por los enemigos de la humanidad para acelerar la extinción de enfermos con Covid-19, padecimientos crónicos o que requerían tratamientos especializados. Los poemas aquí contenidos, testimonian el padecimiento de Sonia y evidencian estas realidades. Son, al mismo tiempo, mis reflexiones sobre el tiempo, la vida, la muerte; la alegría, el dolor, la tristeza; el padecer y el soportar.