En la pospornografía no se usan los cánones de la pornografía tradicional, que se desechan, no ya por amorales, sino por ser profundamente morales y prescriptivos, en lo que respecta a normalización de ciertas formas de hacer sexo y de mostrar los cuerpos. Además, se crítica su mirada androcéntrica y las relaciones de género que proponen. La imagen (sexual) para pensar rompe con el esquema simplista que identifica la reflexión con el formato gutenbergiano. Se retoma entonces la reflexión sobre el cuerpo, asunto que había sido desdeñado conjuntamente con el plausible abandono del esencialismo identitario. En este caso, el cuerpo reaparece pero desnaturalizado y convertido en un cyborg o tecno-cuerpo. ¿Podemos hablar hoy de una biopolítica del cuerpo y de un dispositivo de sexualidad foucaltiano? ¿O más bien cabría hablar de una sociedad emergente de carácter ambivalente, atravesada por unas tecnologías de la información y la comunicación que ofrecen posibilidades democráticas pero al mismo tiempo intensifican formas de control flexible?