Una provincia Inka se define arqueológicamente en los valles de Lurín, Rímac y Chillón en la costa central del Perú, formada por dos naciones del período intermedio tardío, Ischma y Collique. Ischma era un estado formado alrededor del prestigio de su dios y santuario, Pachacamac. Collique era una nación autónoma que controlaba el valle de Chillón. La provincia Inka se puede cartografiar mediante el análisis de los patrones de asentamiento y funerarios y la distribución de la cerámica local y sus variantes Inka. Comprendía alrededor de 200.000 habitantes, tanto locales como extranjeros, el equivalente a cinco guarangas, y se distribuía a través de la estructura política local preexistente de Distritos (señoríos) y Subdistritos (curacazgos), y reutilizando edificios anteriores. La estrategia de incorporación fue similar a la utilizada en otras provincias. Dos tipos de estructura eran críticos, el recinto amurallado en los valles bajos y la kallanka-plaza en los valles medios. Ambos se insertaron en los asentamientos locales. Los Inkas encerraron los edificios políticos y religiosos más importantes para imponer su voluntad administrativa. Tanto el recinto amurallado como la kallanka-plaza son arquitecturas de poder.
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