Todo empezó en casa jugando, es decir, en esos primeros instantes en que por gusto y casi que por necesidad un niño goza con el juego, en este caso imaginando ser profesor, los niños de su edad jugaban otras cosas, por lo que sus juegos casi siempre eran en solitario; jugar a ser profesor no era muy llamativo para los demás niños de su edad. Se sentía y se creía maestro. Desde pequeño convertía las habitaciones de su casa en aulas improvisadas de clase y las puertas en tableros para escribir en ellas. Por lo general, tomaba la tiza del colegio y la escondía en su maleta para llevarla a casa y de esta manera poder anotar (como profesor que se respete) todos los temas y explicaciones que sus alumnos imaginarios debían conocer y memorizar. Es de reconocer que asumía el rol de un maestro bastante tradicional, poco flexible, ortodoxo y muy exigente.