Parece haber hoy en día un incremento en la sensación de vacío, futilidad y desesperanza. El individualismo anónimo posmoderno, semejante a la búsqueda del estado originario de indiferenciación, aparece como una alternativa que emerge desordenamente, en intentos por restablecer el equilibrio, la estabilidad y un estado de satisfacción. Pero parece que nada cancela el vacío y finalmente, ante la incapacidad para lograrlo, llegamos inexorablemente a una elevación de la angustia, a un incremento de la desestima de sí, reafirmando miedos, insatisfacciones, carencias y vacíos, viéndolos entonces como castración insalvable y devastadora. Nos lanzamos entonces a estados regresivos, de repliegue sobre sí, de negación, de adicciones, de sexo indiscriminado, de voracidad y búsqueda de poder a toda costa, en un intento de negar la castración, hasta que llegue la muerte. Pero, ¿qué pasaría si esto no fuera así? ¿Puede mirarse el vacío desde otra perspectiva? ¿Podría ser vida y no muerte?