Una de las consecuencias del conjunto de las trasformaciones emprendidas en México en las últimas tres décadas sobre el sector agrícola es la profundización de la heterogeneidad de la estructura productiva y de la fuerza de trabajo, sumado al deterioro general de los indicadores macroeconómicos del sector primario de la economía. El estudio muestra la preeminencia de una estructura de producción agrícola campesina, la disminución de la PEA agrícola, como tendencia secular de los proceso de industrialización, urbanización y probablemente como efecto de las reformas estructurales emprendidas en el país en la década de 1990. Un fortalecimiento de las relaciones capitalistas, manifestadas en el incremento del trabajador asalariado (jornalero) y una mayor concentración de la propiedad. Todas estas tendencias se encuentran acompañadas de un aumento en la precariedad de las condiciones de trabajo de los sujetos agrícolas, en especial para los productores. Sumado al envejecimiento de la población agrícola y una mayor participación de las mujeres en cultivos agroexportadores.