En el pueblo había descontento, el comandante Armando era un hombre de dudosa reputación que una tarde cualquiera llegó a la plaza de Los Pinos, con un equipage poco interezante. Al día siguiente los panfletos innundaron el pequeño pueblo. Las aceras fueron cubiertas por los papeles que desparramaron la información. Armando Quintana era el nuevo comandante del pueblo. Como pólvora encendida se regó la noticia. Traía los anuncios listos y a un hombre dispuesto a regarlos por todo el lugar. Al otro día el hombre visitaba los establecimientos presentándose como el nuevo comandante de Los Pinos.
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