El discurso de la violencia contra las mujeres revela la condición marginada y explotada de las mujeres; sin embargo, es un discurso que las empodera. La supresión del cuerpo femenino en el discurso colonial puede contrastarse con la presencia sentida de mujeres reales y vivas en la escritura contemporánea. Incluso si la violencia patriarcal tiene como objetivo demoler la identidad de un género concreto, su presencia como tema garantiza que se trata de una cuestión con la que la sociedad y el individuo tienen que lidiar. La modernidad y la modernización, dos aspectos del modernismo, parecen garantizar que el individuo es sacrosanto y que se honra su libertad. Sin embargo, la ironía de la mayoría de las sociedades civilizadas es el aumento vertiginoso de los casos de violación. Su consiguiente cultura del miedo es una realidad vivida, universalmente percibida. Esta cultura del miedo creada por los delitos de violencia contra las mujeres restringe con éxito a las mujeres a través de su encarcelamiento a la esfera privada. Esto reafirma el sesgo patriarcal de género y restringe espacialmente a las mujeres.
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