La capacidad de hacer frente a los diversos obstáculos que presenta la vida, constituye una de las herramientas intrínsecas de las personas desde el momento de nacer. Sin embargo, al igual que una semilla necesita ser regada para convertirse en una hermosa flor, la resiliencia debe ser potenciada en cada uno de los individuos desde sus más tiernos cimientos. No obstante, en los adultos mayores, la adaptación frente a eventos adversos, propios de su etapa vital, muchas veces se ve disminuída y actúa como puerta de entrada no sólo a patologías físicas, sino también emocionales y sociales.