La resistencia a los agentes antimicrobianos, como los antibióticos, los antimicóticos, los antivirales y los antiprotozoarios, denominada globalmente "resistencia a los antimicrobianos" (RAM), sigue siendo responsable del aumento de la tasa de fracaso terapéutico de los pacientes, de la prolongación de las estancias hospitalarias y de la mortalidad. Estos medicamentos, que antes eran eficaces en el tratamiento de enfermedades infecciosas como las infecciones del tracto urinario, las infecciones del tracto respiratorio, las enfermedades gastrointestinales, las infecciones pulmonares, las enfermedades de transmisión sexual, la meningitis, la bacteriemia, etc. causadas por patógenos, son cada vez menos eficaces. La resistencia a los antimicrobianos (AMR) es, por tanto, un problema de salud pública de importancia mundial. De hecho, la Organización Mundial de la Salud ha previsto una tasa de mortalidad anual de 10 millones de personas para el año 2050, si no se adoptan medidas adecuadas para combatir la RAM. De ahí la adaptación de un Plan de Acción Mundial (PAM) sobre la resistencia a los antimicrobianos en la Asamblea Mundial de la Salud de mayo de 2015. Esta publicación está en consonancia con el segundo objetivo estratégico del Plan de Acción Mundial, que es: "Reforzar la base de conocimientos y pruebas mediante la vigilancia y la investigación".
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