La competitividad de las empresas ya no viene determinada únicamente por la fuerza innovadora de los nuevos productos y servicios y la relación calidad-precio, sino cada vez más por la disponibilidad de empleados formados y directivos cualificados. Se ha convertido en norma que las empresas soliciten a sus futuros empleados potenciales, y ya no al revés. La mentalidad de los empresarios debe cambiar radicalmente para adquirir y retener a largo plazo especialistas con talento. No sólo hay escasez de mano de obra cualificada, sino de mano de obra en general. La tarea fundamental de las empresas no será encontrar personal, sino retenerlo.
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