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Tenía nueve o diez años (muy tarde a lo mejor). El tiempo pasaba regando mi mente con el agua tibia de la inocencia, pero ya aparecían algunas gotas de rebeldía y de inconformismo. Me atreví entonces a acercarme a esa vieja biblioteca que cubría la parte inferior de ese muro opaco de la sala. Quise entender por qué los colores fueron el criterio para la organización de los libros, es decir, ¿por qué no el título, o el autor? Fue mi primer acercamiento a los cuestionamientos que desde aquel momento aparecieron en mi juicio crítico; presencié a viva imagen, la lucha eterna entre el conocimiento…mehr

Produktbeschreibung
Tenía nueve o diez años (muy tarde a lo mejor). El tiempo pasaba regando mi mente con el agua tibia de la inocencia, pero ya aparecían algunas gotas de rebeldía y de inconformismo. Me atreví entonces a acercarme a esa vieja biblioteca que cubría la parte inferior de ese muro opaco de la sala. Quise entender por qué los colores fueron el criterio para la organización de los libros, es decir, ¿por qué no el título, o el autor? Fue mi primer acercamiento a los cuestionamientos que desde aquel momento aparecieron en mi juicio crítico; presencié a viva imagen, la lucha eterna entre el conocimiento que otorgan los libros y la atrevida ignorancia que dejaban las columnas de opinión sesgadas y parciales. Tomé el que me pareció menos aburrido (no esperaba mucho más de mí en ese entonces), le di una ojeada al título y se me ilumino el alma de preadolescente: La Historia de Los Mundiales (de fútbol). Nada mal para empezar. Han pasado algunas décadas, y la lectura se ha convertido en el eje central de mi pensamiento. No hay una sola idea que se desarrolle en mi cabeza y se produzca en mi oralidad o en mi producción escrita que no tenga la influencia determinante de los libros. He alimentado mi sed de conocimiento, y mi profundo rechazo a la ignorancia con las páginas que las lecturas han servido entre esos papeles pulidos con tinta. Gracias a ese hábito desordenado pero provechoso, la vida me ha puesto las mejores experiencias personales y profesionales. Con la lectura he tenido el placer de conocer el mundo desde múltiples dimensiones, he aprendido a reconocer que no hay verdad sino verdades, y que la realidad no es otra cosa que la perspectiva que cada mente tiene acerca del mundo y sus variables. ¿Me pregunta que de qué sirve leer? No tengo respuesta concreta, porque en mi caso no es una herramienta sino un destino. Quizás para otros, sea una necesidad que proporciona respuestas. Para algunos tal vez sirva para saciar su sed de permanecer en otros mundos más amables.
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