El diálogo entre Rusia y el Patriarcado de Constantinopla es parte de la historia de la Iglesia. Toda historia consiste no sólo en componentes positivos, sino también negativos del propio sujeto de la historia. Además, no hubo una "edad de oro" en la historia de la Iglesia. Cada siglo enfrentó a la jerarquía y al pueblo de la Iglesia con nuevas dificultades, peligros y desafíos del tiempo. La Iglesia siempre ha sufrido de herejías y cismas. Pero sobre todo la Iglesia ha sufrido y sigue sufriendo a causa de sus envidiosos y egoístas jerarcas, esos verdaderos "líderes ciegos" (Mateo 23:16,24). Los antiguos padres de la Iglesia estaban molestos por ello, por ejemplo San Gregorio el Teólogo que escribió a San Basilio el Grande: "¿Cuándo dejarán de morderse unos a otros sobre la posesión de las diócesis, como (que su santidad amante de Dios me perdone) los perros lo hacen sobre un hueso tirado? A eso conduce la lucha por la ambición, o, me temo, por el interés propio". El historiador de la Iglesia describe no sólo la santidad de la Iglesia, sino también sus errores, acciones imprudentes del sacerdocio, que llevan la impronta del elemento popular y las predilecciones populares. ¿Qué había más en el diálogo de las dos Iglesias (la rusa y la de Constantinopla): errores o santidad?
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