AMBOS ESTABAN completamente rebozados de arena y decidieron darse un baño en el mar. El sol fue escondiéndose lentamente en el horizonte mientras nadaban, luciendo de un color rojo intenso y regalándoles un espectáculo muy bello. LAS CASAS DE LA ZONA eran todas grandes y bien cuidadas, pero solo cuando se abrió la puerta principal de la casa de Izz Udin, Fátima se dio cuenta de cuán diferente era ese mundo comparado con el suyo: no pudo disimular la admiración en su rostro cuando miró la sala en derredor. Aquella era la casa más lujosa en la que alguna vez había estado. Paseó la mirada por las pinturas que cubrían las paredes, en las que, como solían hacer los linajes de esa parte del país, podían verse allí representados a todos sus antepasados. Los fue observando fijamente uno a uno, buscando una semejanza con Izz Udin
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