Vivimos en un mundo que creemos conocer, pero que en realidad no conocemos. El mundo real está regido por el mundo espiritual, que tiene sus propias realidades. Como una pelota que se lanza contra la pared y rebota hacia nosotros, así son las acciones que realizamos en nuestra vida cotidiana. Vuelven a nosotros, salpicándonos de bendiciones o maldiciones. Nuestras buenas acciones son registradas en nuestro Libro Personal de la Vida para concedernos gracias; nuestras acciones delincuentes son recuperadas por los espíritus de las tinieblas, que nos abren las puertas de las prisiones espirituales, causándonos graves daños difíciles de reparar. Pero por la Divina Misericordia, no habiendo nada imposible para Dios, podemos salir de ellas y ser restaurados. Las prisiones espirituales son numerosas y variadas, y sobre todo muy sutiles; uno se pasa rápidamente de la raya. Descubramos juntos algunas de ellas y analicemos sus consecuencias. Yo he estado allí y les aseguro que no son agradables. Satán, Dios y yo es una obra autobiográfica que le ayudará a evitar las trampas de Satán que nos conducen a sus sórdidas prisiones. Buena meditación por la gracia de Dios nuestro Señor.
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