Se casó en febrero de 1949 y, al cabo de tres meses, decidió separarse de su marido. Más aún: estaba embarazada y desesperada. ¿Suicidio? ¿Aborto? Decidió seguir adelante. Y sufrió por ello. Ser madre soltera, en el campo de Minas Gerais, hija de agricultores, a finales de los años cuarenta, no era nada fácil. Como dice el refrán, «comió el pan que el diablo horneó». Sin embargo, ningún mal dura para siempre. Al fin y al cabo, después de la espesa niebla, siempre hay un hermoso amanecer.
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