El hombre se cuestiona sobre su sentido de vida y se interroga seriamente si vale la pena la vida que se vive. Estas preguntas se encuentran asociadas con las visiones y percepciones humanas sobre las coordenadas de la espacialidad y de la temporalidad. Pareciera que el hombre de hoy quisiera escapar de la espacialidad sustancial porque le exige y lo acosa que tiene que vivirla. Por lo tanto, la evade y se refugia en la espacialidad sin sustancia, representada por la realidad de la tecnología de la información y de la comunicación. En este sentido sucede con la temporalidad manifestada con un hombre ansioso de velocidad y de rapidez, con pretensiones de manipular el tiempo para su beneficio propio, realizando actividades al mismo tiempo y de forma anacrónica. Este hombre posmoderno ubica la pregunta sobre el sentido de la vida no en la racionalidad reflexiva, contemplativa y ordenada sino en una racionalidad bizarra, funcional y caótica.