Con Descartes y la instauración de la Modernidad, la filosofía, nos dice Alejandra Rangel, se había olvidado del estudio del ser. Fundamentada en años de lectura de Heidegger, la estudiosa nos muestra el camino hacia un pensamiento contemplativo y un habitar poético, pues son los pensadores y los poetas quienes llenan su silencio de verdad: «El pensar (racional) es el dominante en la ciencia; sin embargo, no es el que revela a los pensadores y poetas como guardianes de la morada donde habita el hombre», escribe. Desde Platón el poeta no podía ser pensador pues su saber no pertenecía a la techné. El Heidegger que muestra Rangel es el que se ocupa de la verdad (alétheia), la que se oculta y, al hacerlo, nos lleva camino al habla. La filósofa mexicana analiza la sigética de Heidegger para desentrañar lo no dicho y sí escuchado en el silencio: «Blanco» de Octavio Paz, «Una tarde de invierno» de Georg Trakl, lo que está y no vemos en la obra de Paul Cézanne, en donde pide ver más allá de lo que tenemos delante, la música, analizada a través de John Cage y el vacío del teatro Nôh, cuyas influencias remiten al budismo zen y al taoismo. Trazos de lo humano en un camino sin dispersión, dotado de interés genuino. La mirada de Alejandra Rangel, quien durante más de tres décadas leyó incansable diversas versiones de Heidegger, exige una alerta sensorial al escribir para nosotros un ensayo pleno de silencio, vacío, blancura, aquello que se dice en lo no dicho del silencio.
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