Cuando Inocencio de la Caridad descubrió que las palabras son sonidos musicales se hizo de un pentagrama. Vivía en La ciudad de las magias recurrentes y era preciso un sonido para cada día. Para el amanecer se decidió por El concierto de Aranjuez. Tenía un misterio tan hondo que lo intrigaba sobremanera. Es como un lago solía repetirse una y otra vez cada vez que lo escuchaba. Un lago único en el mismísimo centro del universo. Es como si el aire todo y la luz y los árboles y los caminos y los conciertos y las despedidas y los amantes y las estaciones y qué me importa que te amen si tú no me quieres ya y todo cuanto en el universo ha merecido un beso, se pusieran de acuerdo para asistir a la creación del mundo.