La adolescencia y la juventud son periodos evolutivos donde se percibe de forma diferente el riesgo, lo cual conlleva determinados comportamientos que una persona adulta percibiría con un alto riesgo para la salud e integridad física, es decir, conductas arriesgadas con probables consecuencias negativas para la persona (García del Castillo, 2012). Los adolescentes se involucran en conductas de diferente nivel de riesgo buscando sensaciones nuevas, siendo las de alto riesgo las de mayor preocupación (Ruiz y Medina-Mora, 2014). Dentro de las conductas de riesgo a las cuales se enfrenta el adolescente se encuentran el inicio en la vida sexual sin protección, la adopción de estilos de vida poco saludables, el inicio en el consumo de sustancias a edades mucho más tempranas y el abuso de alcohol, tabaco y otras drogas (Villatoro et al.,1999).