Las sociedades son sistemas vivos que se despliegan en una tensión constante entre el colapso y la continuidad. Todo sistema está conformado por elementos vinculados y en proceso de vinculación, que comparten (transmiten y reciben) una energía que puede ser de cohesión y/o de repulsión. Para que un sistema pueda continuar requiere que el balance que se produzca entre la energía de cohesión (la que fortalece los vínculos) y la energía de repulsión (la que debilita los vínculos) sea positivo. La unidad viva que se modifica es una estructura cuya existencia como ser vivo le permite ser la misma y, a la vez, renovarse para adquirir una identidad nueva. La conectividad de los sistemas hace factible que los vínculos entre sus componentes se desarrollen. Permite que la energía se emita o se reciba en mayor o menor proporción y circule en la unidad viva más rápida o más lentamente. Las vías de comunicación entre los elementos variarán con la innovación tecnológica. No obstante, los vínculos no dependerán únicamente de la cantidad de energía sino de la cualidad de la energía.