El progresivo envejecimiento de la población, la inexorable declinación de sus capacidades psico-físicas, como así también la aparición de multipatología, conducen a la fragilidad del adulto mayor y a incrementar la frecuencia de conductas suicidas en personas mayores de 60 años. Pocos dimensionan hoy, el inmenso valor que se tributaba a los ancianos en la antigüedad, donde la fuente de la sabiduría, la historia y la tradición eran únicamente ellos.