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Hay ciertos productos que son indispensables para el hombre civilizado y cuyo uso es la prueba de la civilización. El jabón es uno de estos productos. Recordamos aquí las famosas palabras de Liebig, quien sostenía que un pueblo es tanto más civilizado y confortable cuanto más jabón utiliza. Este hecho está materialmente bien establecido por las secas cifras de las estadísticas. En la antigüedad, incluso hasta la Edad Media, el jabón era completamente desconocido o muy poco utilizado. La gente se contentaba con perfumar sus ropas y cuerpos con sustancias olorosas. La pregunta de qué personas inventaron la fabricación de jabón es algo que no se puede responder con precisión. Parece ser que en la Edad Media se utilizaba en algunos países una solución alcalina para lavar la ropa y, para limpiar las sábanas finas, se maceraban en agua ciertas raíces de plantas que formaban un líquido espumoso (saponaria, saponaria). A pesar de los avances de la química industrial, todavía encontramos algunas regiones en las que el jabón se prepara de la misma manera que lo hacían nuestros antepasados hace mil años: sebo, cal y cenizas de madera.