Hacia finales del siglo XIX, en la Argentina, los contemporáneos aludían a un cambio en la percepción del paso del tiempo. La mutación se asociaba a la extensión y transformación del espacio nacional y, en particular, al desarrollo de las redes ferroviarias y telegráficas. En 1894, la unificación de la hora a lo largo y ancho del territorio, fue considerada como parte de estas alteraciones que, se afirmaba, obedecían a la velocidad del rayo que imponían las nuevas tecnologías. Mientras se multiplicaban vías y líneas telegráficas, se vociferaba que los trenes hacían más cortas las distancias y que, con la celeridad del telégrafo, se esfumaba el lapso de tiempo necesario para recorrerlas. No obstante, a pesar de las modificaciones que estos entramados promovían en las percepciones espacio-temporales, son parte de esta historia las variadas dificultades burocráticas y terrenales en que se hundían los tendidos de postes y rieles. Los problemas que afloran por detrás de las alusiones a las nuevas velocidades merecen un estudio. Las diferencias y relaciones entre los discursos, los proyectos y la materialidad de las implementaciones tecnológicas son algunas de las cuestiones debatidas.