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"No hay que olvidar el testimonio de los mártires", escribe Juan Pablo II en la Carta Apostólica Tertio millennio adveniente Nº 37. Es muy significativa la insistencia con que el Papa ha recordado el testimonio de los mártires para valorar el alcance que tiene en su magisterio universal. Los mártires pertenecen, con todo derecho, a la Iglesia. Son su parte mejor porque de la manera más coherente, manifiestan el amor que se entrega sin pedir nada a cambio. No están relegados a un pasado que la memoria litúrgica quiere volver a proponer, por el contrario, marcan el paso de la vida de la Iglesia…mehr

Produktbeschreibung
"No hay que olvidar el testimonio de los mártires", escribe Juan Pablo II en la Carta Apostólica Tertio millennio adveniente Nº 37. Es muy significativa la insistencia con que el Papa ha recordado el testimonio de los mártires para valorar el alcance que tiene en su magisterio universal. Los mártires pertenecen, con todo derecho, a la Iglesia. Son su parte mejor porque de la manera más coherente, manifiestan el amor que se entrega sin pedir nada a cambio. No están relegados a un pasado que la memoria litúrgica quiere volver a proponer, por el contrario, marcan el paso de la vida de la Iglesia y provocan e interpelan nuestro presente. El mártir es un signo que nos lleva a tomar conciencia de nosotros mismos, a verificar hasta el fondo la libertad que anhelamos y a constatar que por amor verdaderamente se puede dar la vida. La figura del mártir por más paradójica que parezca, corta transversalmente nuestra historia reciente. Su presencia sigue alimentando y fortaleciendo a la Iglesia. El Papa nos viene a recordar que el mártir no nos puede resultar extraño. Logramos identificar su personalidad, aunque muy a menudo su imagen parece evocar en nosotros un mundo que ya no es el nuestro.
Autorenporträt
Nació en 1959 en Río Negro (Argentina). Fue ordenado presbítero en 1992. Es Licenciado en Teología por la Universidad Católica Argentina. Ha desarrollado sus actividades sacerdotales en la Diócesis de Lomas de Zamora como formador y vicerrector del Seminario. Es Párroco, Canciller y delegado para la formación permanente.