La depresión constituye una enfermedad de gran repercusión social por la alta prevalencia que presenta, su tratamiento implica un coste considerable, es uno de los principales riesgos de suicidio, convirtiéndose en una causa relevante de mortandad y supone un gran impacto en la productividad de las personas, siendo uno de los trastornos que genera mayor incapacidad por lo que los trastornos depresivos juegan un enorme papel económico, no solo en el sistema sanitario sino también en la sociedad.