La biorremediación utiliza organismos vivos, como bacterias, hongos y plantas para degradar compuestos tóxicos o transformarlos en productos metabólicos inocuos o menos tóxicos. Esta estrategia biológica depende de las actividades catabólicas de los organismos y, por consiguiente, de su capacidad para utilizar los contaminantes como fuente de carbono y energía. Las rutas de biodegradación de los contaminantes orgánicos varían en función de la estructura química del compuesto y de las especies microbianas degradadoras. Los procesos de biorremediación se han utilizado con éxito para tratar suelos, lodos y sedimentos contaminados con hidrocarburos del petróleo, solventes (benceno y tolueno), explosivos (TNT), clorofenoles (PCP), pesticidas (2,4-D), conservadores de madera (creosota) e hidrocarburos aromáticos policíclicos, entre otros. Cuando los organismos se exponen a contaminantes orgánicos, tienden a desarrollar, por adaptación, una gran capacidad para degradarlos como sustrato.
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