La talidomida, un derivado del ácido glutámico, ha sido usada con éxito en una variedad de condiciones dermatológicas inflamatorias crónicas refractarias con una patogenia de base autoinmune o infecciosa. En 1975 fue usada por primera vez en el tratamiento del lupus eritematoso sistémico (LES) y desde entonces, ha habido un interés renovado y un incremento de su uso con una eficacia del tratamiento entre el 80 - 90% en los diferentes estudios. La primera línea tradicional de tratamiento del lupus cutáneo han sido los agentes antimaláricos y/o corticoides tópicos, junto con la protección solar. Para los casos refractarios no hay un alogaritmo de consenso de tratamiento, usando múltiples agentes que muestran una variable respuesta sin el ensayo y error apropiado. La falta de un tratamiento efectivo junto la característica de la naturaleza de cronicidad y recidiva contribuye a un retraso en la resolución de las lesiones inflamatorias y en consecuencia cicatrices cutáneas como secuelas. Aunque el mecanismo de acción de la talidomida no es bien conocido, su eficacia parece ser mediada por sus propiedades inmunomoduladoras y antiinflamatorias.