Como lo han hecho a lo largo de la historia miles y miles de mexicanos hasta sumar millones, un día del año 1973, Paulino Cobián Rosales, emigró a los Estados Unidos de Norteamérica, en busca de mejores oportunidades de vida, ante la escasez de trabajo en su tierra adoptiva -El Chante, Jalisco. No obstante, como no lo han hecho esos miles y miles de inmigrantes en el país del Norte -salvo algún puñado-- se esmeró en superarse y, sin dejar de lado su actividad de obrero y menos su ofi cio de carpintero que heredó de su padre, Don Jesús Cobián Zamora, se adentró, de manera autodidacta primero, y luego mediante distintos cursos y seguimiento de grandes maestros del arte, connacionales y extranjeros, en el maravilloso mundo de la pintura.
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