La fantasía de un niño comienza desde que abre los ojos, ya que todo lo que ve y escucha es nuevo para él, y cuando duerme regresa a ese mundo de donde vino, con ángeles de ensueño y nubes de color; lo demás lo viene aprendiendo poco a poco y todo le parece extraño. Mira con la curiosidad de querer saber, y sus ojos perciben el más leve movimiento, dejando saber cuándo está contento y cuando no. Con todo esto, el llanto es el único modo de dejar saber que algo pasa, porque él mismo no sabe con exactitud que es.
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