Roque Dalton sentía una "necesidad expresiva acuciante". Porque no quería tener que despedirse un día de las letras sin antes rendir homenaje al "hombre más grande de este siglo", al pensador que tanto le había determinado. Así concibió "Cuaderno Rojo para Lenin", como una muestra de admiración hacia el creador de la "revolución permanente". La palabra fue el arma que mejor supo usar Roque Dalton. Con la que mejor conseguía apuntar. La que más objetivos alcanzaba. Y con la que, ciertamente, privará en el tiempo. Pocos, además, como él la esgrimieron con tanta valentía. Pocos la blandieron con su firmeza. Pocos de forma tan apasionada. "Corazón del pensamiento y pensamiento del corazón". Creía Roque Dalton que la palabra tenía que estar al servicio del compromiso. Ser oportuna, necesaria. Por eso defendió y, sobre todo, puso en práctica una poesía "no para declamar, sino para leer, meditar, discutir; poesía de idea más que sentimientos, aunque no ignore y recoja los niveles sentimentales; poesía de hechos, de personajes y de pueblos que luchan; poesía que se niega a ser materia exclusiva para la preciosista momificación sonetaria y bibelotística; poesía invadida por la vida invasora de la vida, inundada por las otras formas de la creación humana y a la vez inundadora de ellas; poesía útil para la lucha, para ayudar a transformar el mundo". Esa fue su bandera. Desde el primer verso- Juanjo Barral
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