El estudio de las ideas y prácticas de los grandes padres de la física teórica del siglo XIX, como Ampère, Weber, Gauss, Helnholtz, Maxwell, Boltzmamm, et altri, representan en mi opinión un incentivo no sostituible para activar ese proceso de amor por las ideas y concepciones generales que representan ese duro pero necesario compromiso y fatiga que preceden al aprendizaje de la física. Albert Einstein, sin embargo, fue capaz y pudo, aunque alguna vez fue afortunado, no distraerse más de lo necesario por el rumor y el estrés de nuestra vida reciente. Ese proceso es lo que sentí como condimento de sus a veces difíciles páginas en sus célebres contribuciones. Discrepando de la historiografía de un desarrollo lineal, subrayo por ejemplo que en el paso de la electrodinámica clásica a la física cuántica la matematización como proceso varió notablemente. Desde la comprensión filosófica hasta la novedad de jugar con las fórmulas con la única satisfacción de que la teoría funciona. Sit venia verbo, si en mi libro interpreto mal la preferencia metafórica de Einstein por el recibo del billete en lugar de un precioso abrigo real.
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