No sé como continuar la novela que mi padre, ya fallecido, comenzó veinte años después de ser liberado de Auschwitz. Muchos hombres y mujeres que sobrevivieron el Holocausto, años después se quitaron la vida. Mi padre no lo hizo, tal vez no tuvo tiempo porque conoció a mi madre y el amor y la familia le cambiaron la forma de pensar, hasta renunció a seguir con su obra, a seguir escribiendo para no verse otra vez bajo la presión del terror que la policía secreta soviética ejercía sobre los intelectuales lituanos con el riesgo de ingresar en una cárcel acusados de pertenecer a la Resistencia Anti¬soviética Lituana o ser deportados a Siberia. Mi padre no pudo resistir el miedo y se sintió otra vez preso... Para él, a partir de aquel día, sólo mi madre y yo éramos importantes y no se quiso arriesgar. Pero bien o mal, mejor o peor, yo acabaré su novela.
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